La lluviosa noche del sábado hizo que me diera cuenta de que los adoquines negros de la calle Portales resbalan, y mucho. Poco faltó para que mis reales posaderas probaran la dureza de las calles logroñesas. El dúo lluvia-tacones altos, no es recomendable en los días en los que el cielo decide regarnos.
Camino de la calle Laurel no cesaron los resbalones, y en la Senda de los Elefantes, entre pincho y picho, demostré mi flexibilidad en más de una ocasión y es que el suelo mojado con servilletas de papel tiradas sobre él y algún que otro hueso desperdigado, no son buenos amigos de mis andares.
Ya en Sum, con poco espacio para convertirse en rey o reina de la pista, y poco aire para respirar. La suela de mis zapatos quedó llena de cristales diminutos fruto de los brindis de exaltación a la amistad y de la genial idea de unos cuantos vagos que piensan que el mejor sitio pata dejar su vaso vacío es el suelo, ¿para qué se inventó la barra?
Después de pasar un buen rato respirando aromas de "eau de sobac," salí a la calle, el asfalto de Sagasta seguía mojado, mis pisadas sonaban "crash-crash." Portales me recordaba a la pista de patinaje de Lobete, calle mojada-zapatos altos-suelas con cristales incrustados, sólo me faltó hacer un tirabuzón para parecer una patinadora profesional.
Cuando llegué a casa me di cuenta de que los tacones son para el verano, si, esa época en la que los pies se hinchan y es preferible el calzado cómodo. En verano si llueve, el suelo se seca pronto y yo no me resbalo.
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