lunes, 26 de diciembre de 2011

¿Otro principio de otro fin?

Me gusta la política, mucho, y en más de una ocasión ha quedado plasmada mi inclinación ideológica en este blog. Como decía, me gusta la política, también me gustan los toros y ya lo sé, la unión de ambos puede resultar una mezcla explosiva.
He leído, hablado y opinado de toros y política, de política y toros un curioso binomio que me apasiona. Por otro lado esta extraña pareja también puede llegar a asquearme, a enfadarme y a terminar con mi paciencia, con el temple que me hace morderme la lengua para no hablar o los dedos para no teclear.
Tengo grabado a fuego el 28 de julio de 2011, día en el que los españoles fuimos un poco menos libres. Las señorías del Parlament de Cataluña decidieron que a partir del 1 de enero de 2012 los taurinos en su comunidad fuésemos unos delincuentes. La alegría del inicio de un año nuevo se tornará en tristeza para aquellos que como yo, adoran el toreo y todo lo que ello conlleva. Quiero pensar que las cosas cambiarán con el nuevo gobierno de la piel de toro, pero los temas de palacio van despacio y dadas las condiciones en las que se encuentra nuestro país entiendo que haya cuestiones de mayor importancia.
Mis navidades son muy toreras y, la nochebuena, taurinamente hablando, no fue tan buena ya que en Galicia el BNG, un partido distintivo, instó a la Xunta a introducir en el proyecto de Ley de espectáculos públicos, actividades recreativas y establecimiento públicos, en elaboración, la prohibición del acceso de menores de 12 años a espectáculos taurinos. Así comenzó todo en Cataluña, así fue el inicio de esa debacle privadora de libertad en la que el PSOE permitió libertad de sufragio en su grupo y el PP votó en bloque a favor de los toros, de la fiesta a la que muchos llaman nacional, adjetivo con el que  los catalanísimos y otros grupos nacionalistas se sienten insultados desde hace tiempo.
Los toros no son ni de un lado ni de otro, ni de derechas ni de izquierdas, ni de arriba ni de abajo, los toros son patrimonio de todo aquel privilegiado que tiene la capacidad de sentirlos y los sentimientos no saben si eres rojo, azul, verde o  rosa, calan hondo y ya está. Con todo y con ello, espero que el nuevo Ejecutivo emplee la misma política defensora de la fiesta, de la libertad, que empleó en Cataluña con Sánchez Camacho a la cabeza. Línea política que espero que se aplique como disciplina de partido a lo largo y ancho de nuestra geografía, de gobiernos locales, regionales y claro está, nacional. Espero y deseo no ser una española delincuente si voy a Cataluña a ver toros y me encantaría ver niños menores de 12 años en la Feria de María Pita.
Mi abuelo era gallego y aficionado a los toros, me imagino que si levantara la cabeza y viera la propuesta del BNG pondría el grito en el cielo. En mi casa hemos ido a los toros siempre, mi madre desde pequeña iba a los toros con mis abuelos y yo igual. A los tres años vi torear a Curro, Paula y Chenel en la plaza de toros de Haro. Cuando estaba en la guardería mi mayor ilusión fue disfrazarme de torero, de grana y oro como los valientes, y me disfracé. En el colegio imaginaba faenas de ensueño y soñaba con ser torero, de hecho entre clase y clase me quitaba la bata para torear, un día me pilló una monja a la que le gustaban los toros y me dijo que "torease" al principio de la clase para explicarles a mis compañeros qué era aquello, lo que iban a ser cuatro lances de una inocente niña, se convirtieron en una faena entera, con brindis a la monja y una regla como estaquillador.
He vivido los toros porque me han educado en ellos, me han enseñado a respetarlos y a amarlos, gracias a los toros he tenido grandes alegrías, también grandes decepciones, pero eso es algo que ocurre en cualquier ámbito de la vida.
Me inculcaron una serie de valores que han determinado en cierto modo mi personalidad, he visto matar toros, ¡claro! llevo veintitantos años de plaza de plaza, pero que yo sepa nunca he tenido actitudes violentas, ni me han dado ganas de estoquear a nadie. En mi casa me ofrecieron elegir el camino de la afición, podían habérmelo ofrecido o no, y yo podía haberlo elegido o no. Pero nadie prohibió, ni reguló que pudiera entrar a los toros, fue una elección de mi familia, no de los políticos.
Y digo yo; con lo denostada que esta la clase política, cosa que me entristece enormemente, no sería mejor hacer política, practicar principios de equidad, igualdad, gestión, justicia... con el fin de extender la cultura de la misma, darle el sentido que tiene y dejarse de clases de falsa moral y que cada familia elija si llevar a sus hijos a los toros o no.

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