miércoles, 6 de octubre de 2010

Nostalgia jarreroinfantil taurina




Llevo días buscando un regalo para una buena amiga de la infancia; cuando parece que he dado con lo que quiero regalarle, resulta que no me parece tan fantástico como lo era en mi mente. Estos días, pensando en lo del regalo, estoy recordando mi infancia, nuestra infancia, y me ha entrado una especie de nostalgia, no sé si jarrera, de la infancia, taurina o las tres juntas.
Recuerdo aquellas tardes en las que cerraba los ojos en la clase de inglés de la madre Angelita para que pasara el tiempo más rápido y salir del cole para ir a jugar. No íbamos al parque, sino a la plaza, allí jugábamos a un montón de cosas, éramos un montón de cosas, desde camareras a vigilantes de seguridad.
En mis más tiernos recuerdos está Mongol, un sobrero que ni sé la de tiempo que se quedó en la plaza y nosotras lo visitábamos a diario, le llamábamos por su nombre y nos miraba. Nos encantaba ver cómo le echaban agua con la maguera. Recuerdo que si durante esos días me mandaban hacer un dibujo de tema libre en cualquier asignatura, la estrella del mismo era Mongol, nuestro amigo el toro.
Tampoco puedo olvidar nuestras cenas en la meseta de toriles, y las tardes de toros y lluvia tapadas con un plástico gigante y viendo los toros.
Ahora me río, pero me he dado cuenta de que tengo un pasado oscuro, mejor dicho tenemos, nos encantaba dar flores a los toreros cuando daban la vuelta al ruedo, no sé de dónde salía unas rosas preciosas, que entregábamos a los diestros. Esto no es oscuro, eran nuestros ídolos, lo realmente oscuro era que Jesulín fuera uno de ellos; o que quisieramos hacernos una foto con El Cordobés y no quisiéramos ponernos junto a su famosa verruga. Ese es nuestro lado oscuro,amiga.
No he puesto una foto de cuando éramos pitufas porque sería denunciable, así que ahí está nuestra plaza; esa que un empresario listo no quiso abrir en septiembre.

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