No tengo palabras para explicar el día de ayer. Mi torero, mi amigo, Sergio Serrano, demostró firmeza y tener un cañón para entrar a matar.
De los nervios al triunfo solo hubo un paso y Sergio salió a hombros por la puerta grande que horas antes había besado.
Fue precioso ver como lo llevaban a hombros por la Calle Feria hasta el hotel con su vestido nuevo Rioja y oro, encontrarnos en dicha calle y romper a llorar.
Cosas como ésta hacen que la Fiesta sea grande.
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