El toreo, como el vino, hay que saborearlo, hay que entenderlo, pensarlo, olerlo y sentirlo en tu interior. Hoy ha sido una de esas tardes en las que he sentido el torero, me he quedado emocionada y vacía, cansada; la emoción cansa.
Esta mañana en el apartado he disfrutado del enchiqueramiento de una corrida de toros, con mayúsculas. En líneas generales me ha encantado la presentación de la corrida de El Pilar, un corridón de toros, cuajado y con presencia para Logroño, quizá ha bajado el listón el tercero un toro negro que morfológicamente era diferente al del resto de sus hermanos, y que ya en el ruedo junto al sexto ha sido más para el torero que para el aficionado.
Morante ha venido a La Ribera acompañado por su duende, ese que le acompaña incluso cuando se lía el capote; el duende se ha quedado durante el primer toro, un castaño que ha cumplido en varas. El arte vino en los quites, Diego Urdiales y Morante, Morante y Diego Urdiales, dos toreros que componen como nadie con un capote en la mano, dos toreros que han hecho que la plaza se rompiera a olés. Ya en la muleta Morante, mi Morante, nos ha regalado muletazos bellísimos por la derecha, muletazos de cartel, de antología, de torero puro; La Ribera hoy ha estado perceptiva con el arte del de La Puebla y le ha premiado con una oreja. En el que hizo cuarto, el duende de Morante paró para la merienda y el torero del sabor añejo ha tirado con la calle de en medio, ha escuchado pitos, que se han tornado en una gran ovación, cuando ha firmado un quite a la verónica en el sexto para quitarse el sombrero, rematado con una media que aún sigue en mi retina.
Diego Urdiales se ha gustado con el capote, se ha roto a torear un toro bravo y exigente con el que había que demostrar firmeza y profesionalidad, si a todo esto le añadimos, gusto empaque y toreo enroscado a la cintura, da como resultado un faenón de dos orejas indiscutibles, emborronado por la tardanza en caer del de Moisés. En el quinto Diego, se ha jugado con un toro peligroso que ha salido de chiqueros defendiéndose con las manos por delante y con intenciones poco buenas. Firmeza, valor, inteligencia, ganas de torear y solvencia han sido la bandera de Urdiales que ha matado de una estocada algo desprendida.
Completaba terna El Cid, que sustituía a Cayetano, un torero en vías de recuperación que en su primero ha dado naturales infinitos, pero que no han conseguido llenarme del todo, el toro tenía clase, pero no me transmitía, no me ha llegado, no me ha roto como lo han hecho Morante y Urdiales. En el que ha cerrado plaza, he vuelto a ver la luz del Cid, pero me ha quedado ganas de más, se que El Cid puede más, no puedo y no quiero conformarse con eso. Seguro que el de Salteras será capaz el próximo jueves de llegarme y de encantarme como lo ha hecho en muchas ocasiones,
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