No paro de recordar cuando le vi torear, tenía tres años y era la primera vez que iba a los toros, fue aquel fabuloso festival de 1988 en Haro. Ahí estaba en el patio de caballos de La Rosaleda, con su mechón blanco, un cigarro en la mano y el marsellés sobre su hombro. Es increíble, cierro los ojos y veo esa imagen como si hubiera sido ayer mismo. Posiblemente él sea uno de los culpables que despertaron en mi la pasión de los toros, posiblemente amo el toreo por aquella tarde porque el ser humano es capaz de recordar aquello que le emociona.
Hoy estoy triste por él. ¡Hasta siempre maestro! DEP
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