miércoles, 23 de noviembre de 2011

Javier, el íntegro

Me sorprende, y mucho, que Javier Conde haya ido a Quito a defender la corrida de toros íntegra. Esa en la que los toros mueren en el ruedo, esa en la que el hombre se enfrenta al animal y termina con el encuentro de ambos en la suerte suprema.
Como decía, me sorprende que un matador de toros que normalmente acaba finiquitando a los de las patas negras saliendo de la suerte, defienda precisamente el tener que cuadrar al toro, hacer la cruz y esperar, tirarse o recibir al burel.
Me asombra también que, un torero que actúa en plazas de cada vez menor relevancia en las que se cuestiona la integridad del animal defienda la corrida íntegra. Puede que suene duro, pero lo siento así, la integridad de un festejo no depende únicamente del último tercio, pasa por la verdad del toreo, no por la tauromaquia de tiralíneas, ni zapateados absurdos que quieren emular el toreo arrebatado. Y algo fundamental, la integridad de la fiesta, la de las corridas de toros, reside en la integridad del animal, en que sus condiciones sean óptimas para la lidia y en que sus pitones estén precisamente eso, íntegros, que no hayan sido manipulados.
¿Cuántos diestros están libres de este pecado?

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